En el Coliseo, los gladiadores no eran los únicos que ponían su vida en juego para el entretenimiento del público romano. Los animales también formaban parte del espectáculo, y miles de bestias salvajes eran cazadas y matadas en los anfiteatros para el entretenimiento de los sanguinarios espectadores.

Conocido como «venatio» (en plural, «venationes»), esta forma de entretenimiento era increíblemente popular y desembocó en miles de matanzas.

¿Cuándo comenzaron las venationes?

La primera venatio de la que hay constancia sucedió en torno a los años 185 o 186 a. C., como parte de la celebración de una victoria militar de Marco Fulvio Nobilior. Marco fue el anfitrión de unos juegos donde los gladiadores lucharon contra grandes felinos en una cacería organizada.

El historiador romano Tito Livio escribió acerca de este evento: «se organizó una cacería, en la cual leones y panteras eran la presa, y los juegos se celebraron con todos los recursos y variedades disponibles».

Una de las venationes más extravagantes sucedió en el año 248 d. C., cuando elefantes, tigres, hienas, hipopótamos, jirafas y otras bestias llenaron el anfiteatro para la celebración del milenio de Roma, marcando el supuesto aniversario de la fundación de Roma por el legendario Rómulo.

Alrededor del siglo cuarto, la popularidad de estos eventos había decrecido, principalmente por problemas económicos y militares del Imperio, lo cual dificultaba la capacidad de obtener a estos animales exóticos para una venatio.

Fragmento de un mosaico de mármol y roca caliza (300-400 d. C.) representando una venatio. Expuesto en la Galería Borghese en Roma, Italia.

¿Qué sucedía en una venatio?

Las venationes tenían lugar en el Coliseo, el Foro Romano, la Saepta y el Circo Máximo; todos ellos eran recintos dedicados al entretenimiento de las masas en Roma. Las cacerías de bestias exóticas tenían lugar por la mañana, precediendo a los principales eventos gladiatorios por la tarde. 

Pocos animales solían sobrevivir a una venatio, y miles de animales podían llegar a ser aniquilados en un solo día, lo que causó grandes alteraciones de los ecosistemas de regiones enteras.

Los animales luchaban entre sí o eran cazados, pero en ocasiones luchaban contra «venatores» (gladiadores-cazadores). Los luchadores armados que participaban en estas exhibiciones eran por lo general prisioneros, criminales o cazadores profesionales. Los venatores practicaban para sus combates con animales salvajes de verdad, e inicialmente estos estaban encadenados para poder ser derrotados fácilmente por los gladiadores. Sin embargo, a partir del año 100 a. C., se decidió soltar a los animales en la arena y darles la posibilidad de acabara con sus oponentes humanos.

Pero no solo el pueblo de Roma disfrutaba de estas venationes, los emperadores también. El emperador Lucio Aurelio Cómodo (que gobernó desde el año 177 hasta el 192 d. C.) fue conocido como gladiador y venatore, y participó personalmente en varias venationes.

¿Qué animales luchaban en la arena?

Para divertir a las masas con una venatio, las autoridades romanas reunían a animales de todas partes del Imperio. Se realizaban grandes esfuerzos para reunir todo tipo de bestias: osos de Escocia, tigres de Persia, o rinocerontes de la India. El poeta Opiano escribió acerca de los grandes peligros que suponía capturar a estas bestias y traerlas hasta Roma, narrando algunos ejemplos de ataques de osos.

Los leones eran especialmente habituales en estas venationes y en combates de gladiadores, y César llegó a traer en una ocasión a 400 leones de Siria y el norte de África para su uso en el Circo Máximo. Sin embargo, no todos los animales de las venationes eran depredadores. Vacas, caballos, gacelas, cabras o incluso conejos eran liberados en la arena, y algunos estaban entrenados para hacer trucos y piruetas, y no para luchar a muerte.

Los lobos nunca formaron parte de las cacerías de las venationes. Se consideraban animales sagrados para los romanos, debido al famoso mito fundacional de Roma por los huérfanos Rómulo y Remo, que fueron criados por una loba, Luperca, la «loba capitolina». Por respeto a esta leyenda, los lobos nunca eran heridos a propósito.

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