Tras una guerra larga y sangrienta, y un invierno devastador, el comienzo de la primavera trajo consigo esperanza. El Azote del invierno yacía muerto junto a sus Arcontes, y los profanadores habían sido expulsados de Ostaria. Una nueva era de paz y prosperidad se abría paso en el reino de Ungverija.

El coste de formar ejércitos en invierno había sido considerable, pero con un vecino agradecido y recién liberado al norte gobernado por un nuevo monarca tras la abdicación del rey Conrado y con los agentes del gremio de mercaderes devolviendo la animación y el comercio a las calles de Turul Város, solo los pesimistas más recalcitrantes se resistían a admitir que el futuro parecía un poco más prometedor.

Aún así, había indicios de que algo no iba bien en el reino. Los granjeros denunciaban un creciente número de ataques de lobos al ganado, sobre todo al este, en las inmediaciones del lago Vajk. Al otro lado del lago, resonaban por la noche aullidos animales y se veían luces extrañas parpadear en lo profundo del bosque. Los campesinos cerraban las puertas cuando se ponía el sol, los lugareños patrullaban la zona en parejas, y hasta la alta alcurnia dejaba sus armas cargadas a mano antes de entregarse a un sueño intranquilo. Pronto, empezaron a desaparecer también personas, y empezaron a circular rumores de que algo maligno se había colado en la ciudad mientras los ejércitos de Turul Város estaban ocupados liberando el norte.

Un día, los guardias de turno de Turul Város se encontraron con una inesperada visita, un guerrero bárbaro que se aproximaba a las puertas. Procedente de las Tierras del Norte, iba cubierto de hierro y pieles, y llevaba un cuerno de guerra. Seguía sus pasos un guardia de honor. Cuando estuvieron más cerca, el capitán del turno de guardia se sorprendió al ver que sus escoltas eran todas mujeres.

El guerrero se identificó como el jarl Ulvar, líder nórdico, y les contó que el Rey Supremo le había ordenado matar al renegado Guthrom «Ojo Rojo». El hombre en cuestión había huido de la justicia junto a sus más devotos seguidores, un grupo de hombres que se autodenominaba como los Hijos de Fenrir Hasta que Guthrom y sus hombres fuesen capturados, Ulvar ofreció a Ungverija los servicios de su ejército. Antes de que nadie tuviese tiempo de hacer preguntas, Ulvar hizo sonar una vez el cuerno que portaba al hombro y reunió a una gran multitud de guerreros con hachas que surgieron de la arboleda que había tras él.

Entretanto, en las riberas del río Kiralyi, Guthrom «Ojo Rojo» y sus seguidores finalizaban un ritual de sacrificio al dios lobo Fenrir. Habían visto las señales y hecho las ofrendas apropiadas. Los Hijos de Fenrir ya estaban listos para la batalla. Aullando como una manada de sabuesos del infierno, cayeron sobre las aldeas indefensas y las caravanas de mercaderes quemando y matando sin piedad.

Los seguidores de Guthrom atacaban por sorpresa y los supervivientes podían escoger entre aceptar a Guthrom como rey o ser los siguientes en el altar de sacrificios. A través de este método, consiguieron escindir un pequeño reino de Ungverija, que atrajo a toda clase de bandidos y forajidos al servicio del jarl Guthrom...

¡La historia continua en Season VII: Wolves of Ragnarok, la nueva actualización gratuita de Conqueror’s Blade que llega el 18 de marzo!