Los dragones existen en todos los rincones de las civilizaciones antiguas y modernas. Desde los cuentos morales transmitidos oralmente hasta las increíbles flotas de bestias aladas generadas por ordenador para la televisión y el cine, los dragones han fascinado a la imaginación humana durante miles de años. Y en ningún sitio más que en la cultura japonesa, donde los dragones simbolizan la fuerza y el poder, y las historias y mitos en los que aparecen hablan de sabiduría, perseverancia, buena fortuna y riqueza.

La mayoría de los dragones japoneses son acuáticos y están relacionados con la lluvia. En los tiempos de sequía del antiguo Japón, los monjes budistas celebraban ceremonias para persuadir al rey dragón de que trajera la lluvia, quizás la razón por la que también se asocian con la riqueza y la buena fortuna, ya que su poder para atraer la lluvia garantiza una cosecha abundante.

En el libro Mitología japonesa de Juro Oyama, el autor afirma que «Japón es una tierra de mitos, cuentos populares y folklore» y «como ocurre con muchas otras, el telón de fondo de la mitología japonesa son los hechos históricos».

Muchos de los dragones mencionados en la mitología japonesa están inspirados en eventos de la vida real del país o servían para enseñar una lección acerca de un acontecimiento cultural o económico.

Los dragones japoneses aparecen por primera vez en el Kojiki (680 AD) y el Nihongi (720 AD), libros antiguos que contienen leyendas sobre el origen de Japón. Las historias más conocidas son las leyendas de Yamata No Orochi, Watatsumi y Mizuchi.

Mizuchi

Mizuchi (también conocido como el dragón sin cuernos o el dragón de cuatro patas) era un dragón de agua que vivía en el río Kawashima y que tuvo un horrible final tras matar a los viajeros de la zona. Mizuchi se dedicaba a escupir veneno a los paseantes hasta que Agatamori, un gran guerrero, se enfrentó a él. 

Agatamori tiró tres calabazas al río, que se quedaron flotando en la superficie y retó a Mizuchi a hundirlas o morir.

Mizuchi podía cambiar de forma y se transformó en un ciervo en un intento por sumergirlas, pero fracasó. La leyenda cuenta que cuando Agatamori mató al dragón, el agua se tiñó de rojo. El río fue rebautizado como «la charca de Agatamori».

La historia de Mizuchi representa los sacrificios humanos hechos a los ríos para apaciguar a los dioses durante las inundaciones en el Japón antiguo.

Dragón de agua (Mizuchi) por Keisai Eisen (c. 1830-1848)

Yamata No Orochi

Yamata No Orochi era una bestia con ocho colas y ocho cabezas que vivía cerca del río Hi en la ciudad de Izumo. Cada cabeza simbolizaba un elemento: agua, tierra, viento, fuego, rayo, luz, oscuridad y veneno. Además de este terrorífico número de apéndices, su cuerpo era lo bastante largo como para estirarse a lo largo de ocho colinas y ocho montañas.

La leyenda dice que Yamata No Orochi devoraba una chica joven por año para permanecer aplacado, y la gente de la provincia de Koshi estaba petrificada por su crueldad.

El rey de Izumo estaba a punto de ofrecer a su octava y última hija a Yamata No Orochi en sacrificio cuando Susanoo, el dios de las tormentas, le propuso un trato: mataría al dragón a cambio de la mano de la princesa Kushinada. El rey accedió, y Susanoo convirtió a la princesa en un peine que enganchó a su pelo (por su seguridad, imaginamos).

Se necesitaron artimañas para vencer a la bestia, y Susanoo ordenó construir un seto alrededor de un gran campo con ocho puertas. Después, colocaron ocho barriles de sake fuerte en soportes bajo cada una de las ocho puertas. Susanoo esperó y se escondió para ver cómo Yamata No Orochi picaba el anzuelo.

Se desató una tormenta. Se vieron relámpagos cegadores y se oyeron grandes truenos, mientras enormes temblores sacudían el suelo. Yamata No Orochi había llegado. Atraído por el olor del sake, el dragón empezó a beberse las cubas hasta que cayó al suelo, borracho e incapacitado.

Susanoo se acercó cautelosamente al dragón para asegurarse de que estuviese profundamente dormido. Entonces empezó a cortarle las cabezas con la espada. Para acabar con él para siempre, le cortó las colas hasta que su espada se partió. Dentro de la carne del dragón había una espada larga conocida como la Espada de la Nube Celestial, que Susanoo se quedó como recuerdo de su victoria.

Yamata No Orochi fue asesinado, y Susanoo se casó con la princesa y se quedó en Izumo.

Esta historia simboliza los sacrificios humanos hechos para apaciguar la ira de las tribus enemigas en el Japón antiguo. La increíble espada encontrada en el cuerpo del dragón puede representar la adquisición de una temible arma para derrotar al adversario.

Un dragón japonés en una ilustración de Katsushika Hokusai (c. 1836-1850)

Watatsumi

Watatsumi era el dragón dios del mar, señor de todos los reinos acuáticos y maestro de las mareas. Su gran palacio submarino, conocido como Ryugo-jo, era un refugio para náufragos, y su generosidad era famosa.

Una historia del Kojiki habla de un hombre llamado Hoori, que se enamoró de una de las hijas de Watatsumi mientras buscaba uno de los anzuelos de su hermano que había caído al mar. Otohime y Hoori se casaron y se quedaron en Ryugo-jo. Así fue hasta que, años más tarde, Hoori se aburrió y aunque echaba de menos su tierra, sabía que no podría volver a ella sin el anzuelo de su hermano. Watatsumi, preocupado por el hombre, convocó a los sirvientes de su reino para buscar el anzuelo. Por suerte, un pez se lo había tragado poco y fue recuperado y entregado a Hoori. Hoori regresó a su tierra con su esposa, la diosa dragón, ¡y vivieron felices para siempre!

El mito afirma que el nieto de Hoori y Otohime se convirtió en el primer emperador de Japón. Gracias a este cuento, se cree que todos los emperadores son descendientes de kamis (dioses).

La historia de Watatsumi sirvió como prueba de que todos los emperadores japoneses eran deidades a los ojos del pueblo, debido a su relación con el dios dragón.

¿Quieres saber más sobre la cultura japonesa que inspiró Conqueror’s Blade: Sengoku? Lee la entrega de Conqueror’s Tales sobre Miyamoto Musashi y La vida de un samurái, y no te pierdas las siguientes.