Hay innumerables culturas en todo el mundo que usan la palabra escrita para transmitir emociones, contar historias y divulgar ideas importantes. Con los muchos adelantos socioeconómicos que estaban tomando forma en la Europa medieval (incluido en Francia), era el momento perfecto a capturar por la pluma.

Uno de los escritores más célebres de esta época fue Jean Bodel, que dividió la literatura francesa en tres categorías: la materia de Francia, la materia de Roma y la materia de Bretaña. Las más conocidas de estas creaciones incluyen poemas épicos llamados «cantares de gesta» (canciones sobre actos heroicos). La mayoría de los primeros cantares de gesta son anónimos, pero cuentan historias morales reconocibles para su público. El más antiguo y famoso es La canción de Rolando (circa 1098, de autor desconocido), que muchos ven como el poema nacional de Francia.

El rey Carlos, nuestro emperador, el Grande,

siete años enteros permaneció en España:

hasta el mar conquistó la altiva tierra.

Ni un solo castillo le resiste ya,

ni queda por forzar muralla, ni ciudad,

salvo Zaragoza, que está en una montaña.

El poema tiene nada menos que 291 versos. El anterior es un extracto del primero. La historia analiza la eterna batalla entre el bien y el mal, y marca el comienzo de la Primera Cruzada a Tierra Santa en el s. XI.

Cientos de estos manuscritos que datan de entre los siglos XII y XV siguen existiendo hoy en día, y nos muestran cómo ha pasado la palabra escrita de unos a otros y cómo se ha leído durante todos estos años.

 Las primeras líneas de la página 41 del Cantar de Guillermo del manuscrito francés de la Biblioteca Nacional de Francia (s. XII, autor desconocido)

La gente del Pays-de-la-Gloire sin duda habría consumido este tipo de textos para perpetuar las historias de heroismo, lealtad y caballería de la gran guerrera visionaria Gabrielle-Mäelys y su ejército de devotos.

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