En la lucha de los escoceses por su independencia de los ingleses, el trabajo de William Wallace allanó el camino para Robert the Bruce, que tomó las armas y continuó luchando por la causa. Wallace dimitió como Guardián de Escocia tras perder la batalla de Falkirk, y Robert recogió el testigo y reimpulsó el esfuerzo por sentar a un escocés en el trono de nuevo.

Nacido en 1274 d.C., Robert the Bruce creció en el seno una familia pudiente. Como hijo de condeses, le esperaba una vida de gloria. Pero no pasaría mucho tiempo antes de que se uniese a la causa escocesa por la independencia de Inglaterra. A pesar de que John Balliol ocupaba el trono, el rey Eduardo I de Inglaterra seguía subyugando a Escocia y desvirtuando a su rey.

Estatua de Robert the Bruce en Aberdeen

Cuando Eduardo invadió Escocia con su enorme ejército en 1296, Balliol abdicó tras las derrotas aplastantes de Berwick y Dunbar, y fue encarcelado en la Torre de Londres. Eduardo llamó a los lores ingleses para gobernar Escocia.

Un detalle peculiar sobre Robert the Bruce es que hizo un juramento de lealtad al rey Eduardo I de Inglaterra, pero no pasaría ni un año hasta que Robert se uniera a la revuelta contra él.

«No luchamos por la gloria, por la riqueza ni por el honor, solo por la libertad, que ningún hombre entrega sino con su vida».

Robert the Bruce

Aunque Robert the Bruce ha pasado a la historia como un gran héroe, tuvo sus fallos y un complicado y oscuro pasado. Puede que sus intenciones y acciones sean percibidas como honorables, nobles e incluso legendarias, pero Robert tuvo que hacer muchas cosas que se podrían considerarse infames para ascender al trono. Una de ellas fue asesinar a su rival, John «el Rojo» Comyn en 1306. Los Comyn y los Bruce fueron rivales durante siglos, y ambos le habían echado el ojo a la corona. John y Robert ya compartían el título del Guardián de Escocia, y no querían seguir por ahí en su camino al trono (derecho que ambos reclamaban tener).

Robert the Bruce organizó una reunión con John «el Rojo», pero la conversación de «negocios» pronto se tornó violenta, y Comyn fue asesinado. No fue Robert quién dio el golpe final (solían ser sus hombres los encargados de hacerlo), pero sí fue el responsable directo de su muerte. Algunos historiadores lo ven como una usurpación, pero otros opinan que no le quedó otra opción si quería llevar Escocia a la gloria.

Apenas seis semanas después de la muerte de Comyn, Robert fue coronado rey de los escoceses y empezó la verdadera lucha contra los ingleses. Tras derrotar a las tropas inglesas una vez tras otra y hacerse con castillos en toda Escocia, el rey Robert I fijó el punto de mira en una batalla de proporciones épicas, la que se convertiría en sinónimo de su lucha por la libertad: la batalla de Bannockburn.

El 23 de junio de 1314, Robert the Bruce dirigió a su grupo de escoceses contra la caballería inglesa que avanzaba y mató brutalmente con su hacha a un caballero inglés llamado Henry de Bohun, tras lo que sus hombres forzaron al resto de la tropa a replegarse.

El segundo día de batalla, la moral inglesa estaba por los suelos tras la derrota y el vergonzoso combate del día anterior. Sobrepasados por cuatro a uno, los escoceses rodearon y masacraron a un gran número de ingleses haciendo que Eduardo huyese y que Inglaterra perdiese la batalla. Esta batalla entre David y Goliat resultó en la reconquista inmediata del castillo de Stirling. Y la improbable victoria escocesa llevó al Tratado de Edimburgo-Northampto en 1328, con el que se reconoció la independencia escocesa y a Bruce como rey legítimo.

Un dibujo del rey Eduardo siendo expulsado del castillo de Stirling tras la batalla de Bannockburn. De «British Battles on Land and Sea» (1873)

Aunque Bannockburn no puso punto y final a la lucha de Escocia por la soberanía, marcó el inicio de un cambio histórico para el país, y convirtió a Robert the Bruce en un héroe legendario hasta nuestros días.

La lucha por la libertad sigue para los clanes de Season X: Highlanders, y tú puedes unirte a la campaña con nuevas unidades como los intrépidos Claymores, que el mismísimo Robert habría estado orgulloso de llevar a la batalla.